sábado, 13 de diciembre de 2008

DESDE LA AZOTEA


20.01 hrs_ Acabo de terminar de colgar la ropa en la azotea. La dulce brisa que corre a estas horas del atardecer, y el sonido que acompaña al movimiento de camisas y sábanas meciéndose libremente al compás que dicta el viento, hace que me disponga a observar, a escuchar y a disfrutar del momento apoyado en la repisa que divide la terraza del abismo que supone la planta 14.
Como siempre que acudo a colgar la ropa, voy acompañado de mis pequeños pero potentes prismáticos. Como buen voyeur, mi labor consiste en observar los cientos de movimientos anónimos y simultáneos que surcan las calles, así como las decenas de ventanas que pueblan las fachadas de los enormes edificios que están frente al mío. Cada cortina abierta es una incitación a mis ansias por invadir la intimidad de las personas que viven al otro lado.

20.12 hrs_ He decidido parar el barrido general que suelo hacer, ante su ventana. Ahí está, tumbada en el chaiselonge del salón viendo la tele y con el ventilador que, a pleno rendimiento, hace ondear su pelo.
Cada vez que tiendo la ropa, no hago otra cosa que pensar en ella, en los momentos de intimidad que he disfrutado en la distancia. Solos ella y yo separados por la masa de aire que divide nuestros edificios.

20.18 hrs_ Acaban de llamarla al móvil. Siempre que recibe una llamada se le pone esa cara de ángel que hace que cualquier persona se quede prendado de la luz que transmite su rostro y su sonrisa.
Qué bonito es estar ahí, mirando sin hacer nada. Disfrutando del hecho de contemplar los momentos únicos y personales de los demás.

20.23 hrs_ Mañana será otro día. Recogeré la colada y volveré a mirar por ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un relato que me recuerda a la peli de Hitchcok pero sin asesinato, jejejeje