martes, 24 de febrero de 2009

sin título

Son las 19.08 hrs. Algo tarde, pero no queda más remedio que acudir a la visita al hospital de una buena amiga.
Al entrar, la mirada se me va hacia un grupo de inmigrantes que parecen en apuros. Sus ojos tienen la mirada perdida y su aspecto hace ver que llevan allí mucho tiempo.
Cuando pulso el botón para que el ascensor baje a la planta 0, una decena de personas parece rodearme e incluso presionarme para que entre en el habitáculo que, a modo de montacargas, hace la gente que adentre cual hora punta del metro. Los olores se acumulan. Frescas fragancias, unidas a corrientes de pachuli hacen de los cuatro metros cuadrados que tiene el ascensor un lugar apto más las más terribles náuseas. Solo las ganas de ver a mi amiga hacen que la subida a la quinta planta sea rápida y eficaz.
Cuando las puertas se abren, salen otras dos personas conmigo. Una de ellas, con paso firme y ligero avanza hasta las habitación 508 y la otra, no sé donde quedó. Su paso lento ha hecho que la perdiera con el eco del pasillo.
Yo rápidamente avanzo hasta la 514. Cuando llego a la altura de la puerta, pico con cuidado y esta, cual repetición de una cámara superlenta, se abre con un ligero chirriar. Es una habitación amplia, con un amplio ventanal de doble hoja que deja entrepasar los últimos rayos de sol tardío. El ambiente está cargado, denso, dando la sensación de espacio poco ventilado.
Allí se encuentra la cama vacía de Cristina...he llegado tarde una vez más. La han bajado sola, sin la compañía de una mano amiga que la hagan superar sus miedos a volvernos a ver con vida por última vez. La metástasis la está comiendo.

2 comentarios:

cal_2 dijo...

espero que Cristina no sea nada más que una ficción. De todos modos, con cuatro trazos consigues hacer nítido y cercano todo lo que describes. Hasta pronto y gracias

relatosweb dijo...

Lo es, gracias a Dios.