domingo, 8 de noviembre de 2009

enladrillado

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Cuando llego al mirador, me encuentro a la ciudad enclavada en un bello valle, cuya columna vertebral viene marcada por el transcurso de un río cuya ribera se encuentra poblada de viejos chopos.

La densidad de los edificios parece marcar cada sector que define a la ciudad por barrios pero hay algo que llama la atención. Cada uno de ellos parece verse salpicado por plumas que, como si fueran agujas de acupuntura, se clavan en sus entrañas para sanar una zona dolida. Barrio de San Marcos, 12 plumas. Barrio El Antiguo, 9 plumas, otras 10 un poco más allá y, sumando sumando, puedo contabilizar hasta que me canso más de 100 de estas lanzas punzantes.

Parece mentira y, lo que creía imposible, está pasando. Mi ciudad, al igual que otras cientos de ciudades de la geografía nacional parece sufrir en sus entrañas el boom inmobiliario. Está creciendo bajo el dudoso prisma del plan urbanístico diseñado por políticos a los que les salpican noticias de corrupción urbanística que harían sacar los colores a más de uno, pero que más de avergonzarse, no se cansan de proclamar a los cuatro vientos que no son más que cabezas de turco.

No me da igual. Si son culpables que paguen y punto. Solamente pensar que por ese tipo de actuaciones miles de compradores caen en las presas de algunos constructores y vendedores sin escrúpulos que no dejan pasar la oportunidad de lavar su dudosa dignidad exigiendo el pago en ‘b’ de una cantidad que los mileuristas hemos tenido que mendigar por cada sucursal bancaria con el fin de obtener un crédito a bajo interés, pero que dados los tiempos, nos obligarán a estar una treintena de años con el cinto bien apretado para pagar, como si de lingotes de oro se trataran, cada uno de los ladrillos que forman el tente de nuestro hogar.

Ha llegado la hora de dejar de mirar las hermosas vistas y de colocar lo pies en la tierra; el euribor baja y el diferencial sube. Todo sigue igual.

No hay comentarios: