viernes, 19 de diciembre de 2008

COSAS DEL DESTINO

23 de Junio de 1982, en plena efervescencia del mundial de fútbol. Paredes y vallas publicitarias forradas con la imagen de ese cítrico en pantalones cortos. 32 ºC a la sombra y gente acelerada allá por donde llega a alcanzar la vista.

Allí me encontraba yo, en el subsuelo de Madrid, dispuesto a coger la línea de metro adecuada que me ayudara a llegar a casa y descansar así mis huesos en el estudio destartalado de Lavapiés.

Pero el destino es caprichoso y como si tuviera que suceder, sucedió.

Desde que nos conocimos en aquel vagón de metro sabía que algo especial estaba punto de ocurrir. Aquella mirada que cruzamos y, mantuvimos durante 2 infinitos segundos entre la multitud, hizo que mis piernas temblaran y que mis axilas y frente comenzaran a destilar gotas de sudor a doquier, cual juvenil en puertas de perder la virginidad mejor guardada.

El destino hizo que nuestros pasos se dirigieran a la misma salida. Desde que iniciamos el camino por aquellos pasillos, mi mirada iba dirigida al dulce balanceo que mostraban sus caderas y al compás que marcaban sus tacones por aquellos interminables caminos de terrazo barato. Ella se giró y, como si nos conociéramos de toda la vida, entablamos una conversación por aquel angosto pasillo de metro. Nuestra química fue increcento y las sonrisas y miradas que nos regalábamos hicieron que en medio de aquel trajín de gente que iba y venía, nos fundiéramos en un interminable beso húmedo.

Aquel fue el inicio de una relación que, como si no pasara el tiempo, seguimos manteniendo y reafirmando cada vez que nos vemos. Son ya 23 años en la clandestinidad... y subiendo.

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