domingo, 14 de diciembre de 2008

LA SEMILLA DEL DIABLO


La vuelta del largo viaje que tuvimos que realizar para visitar al ilustre ginecólogo Dr. Durántez hizo que albergáramos algún tipo de esperanzas.

La receta que nos dio, parecía contener la fórmula mágica para que mi organismo pusiera en marcha la maquinaria que todas las féminas tenemos instalada a modo de sistema operativo, y que iba a hacer de mí una mujer fértil.

Él reúne las condiciones más idóneas para ser el padre de mi hijo. Un hijo que deseo. Un hijo que hará que complete una etapa más en mis 25 años de vida.

Desde fuera me lo dicen, pero parece que mis ojos se niegan a ver la realidad que el resto de los humanos sienten pero que yo quiero obviar. Para mi él es casi perfecto, con lo bueno y con lo malo lo es todo. Me tiene absorbida.

Ha sido el único hombre con el que me he realizado, al que he acompañado en los momentos difíciles, con el que me he reído y con el que he llorado. Ahora lo empiezo a ver, siempre he sido yo la que ha hecho algo por él. ¿Y el conmigo?

La última noche que estuvimos juntos, hicimos el amor; o por lo menos eso creí yo. Luego me di cuenta que las palabras de cariño que salían de su boca estaban dirigidas a conseguir el objetivo final, la carne.

Hoy le doy las gracias, ya soy consciente de todo. He tardado en darme cuenta y en abrir los ojos, pero el muy cabrón ha conseguido que lo hiciese a base de escupitajos, insultos y puñetazos que arremetió contra mí por el mero hecho de charlar con un amigo. Le denunciaré. Ni soy la primera ni seré la última.

Hasta aquí hemos llegado. No quiero la semilla del diablo en mi cuerpo. Hoy pongo yo el punto y final a esta comedia, a esta mentira que ha sido mi relación con la persona a la que un día quise pero que hoy detesto.

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