sábado, 8 de agosto de 2009

ESPERANDO LA PRÓXIMA LLAMADA

Sobre el cristal resbalaban las gotas de lluvia. El sonido hipnotizador hacía que mantuviera mi posición fetal e inmóvil al calor del edredón. Estiré la mano para ver si estaba pero lo único que encontré fue el calor que había dejado a lo largo de una noche de pasión.
Se había levantado con la cautela de quien no quiere que nadie se entere. Siempre actuaba igual. Se vistió con su elegante traje de color gris marengo y se puso la camisa blanca junto con la corbata de seda roja, los burllington y sus Martinelli.
Nunca fue demasiado cuidadoso con el cierre de las puertas. Desde la cama pude escuchar como seguía su ritual de desayuno. Tintineo de tazas y cubiertos, tostadora en marcha y un intenso olor a café que indicaba que su estancia en el apartamento de lujo de Goya estaba a punto de terminar.
Eran las 8.00 AM cuando la puerta de la entrada tornó para cerrarse de un golpe seco. La soledad se había adueñado de aquel espacio. Solamente quedaba el sonido de la lluvia y el aroma a café.
Me levanté de la cama con un gran bostezo y un estiramiento de brazos que hizo chascar hasta la última de las vértebras que conformaban mi maltrecha espalda. El suelo esta repleto de los restos de una nocturnidad amada, recogerlo suponía poner en el recuerdo aquellos momentos. Inspiraciones profundas y deseos se cruzaban por momentos.
En la cocina, una nota escrita a mano. “Ha sido fantástico. La próxima semana te llamo”. Solamente nos separaba su mujer, sus hijos, 200 km y 600 euros por cada noche de amor.

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