jueves, 9 de abril de 2020

REFLEJOS DE OTRA ÉPOCA


 Desde un altozano del páramo cerrateño pude vislumbrar un ligero brillo que llamó mi atención. Acompañado de Jack, un Terrier blanco con una mancha de color canela en el ojo, me acerqué a través de aquellos pedregales que cubrían con un manto toda la superficie agreste de aquella tremenda llanura rota por pequeños montículos de piedra amontonada.
 El reflejo era mi brújula, el que marcaba el camino para llegar al punto marcado. Un amasijo de pequeños cristales espejados formaba aquel oasis de luz resplandeciente. Piqué con la puntera de mis botas campo, nada parecía haber más allá de aquellos tabones apelmazados por la sequedad y la solana propia del Cerrato.  Jack continuó la operación de excavación con sus pequeñas patas y de allí comenzaron a brotar minúsculas piezas cerámicas de pálido esmalte que no hicieron otra cosa más que acrecentar la curiosidad de quien cree haber descubierto el gran tesoro oculto de la estepa castellana.

   Tras ensalivar aquellos pedazos esmaltados pude notar cómo las impurezas de su hornada dejaban entrever que aquellos materiales expulsados por la tierra eran el comienzo de algo importante. Jack era como una máquina de extracción, pronto sacó una pequeña asa y tras el asa, una pequeña pieza de barro que en su momento hizo la gran función de iluminar las noches de muchas moradas. Se abría una nueva era romana a nuestros pies. Gracias Jack.

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